Maravillarse
Unos días antes de comenzar el segundo
cuatrimestre, volví a escuchar esa hermosa canción de Teresa Parodi llamada
“Que no se ve”. Y mientras iba caminando a conocer a un nuevo grupo de alumnos
del Profesorado, volvió a mi memoria la letra de la canción y me pregunté: ¿por
qué no se ve? ¿Cuándo perdemos la capacidad de ver la poesía, el milagro
cotidiano, lo que es capaz de hacernos sorprender en nuestros alumnos...? ¿Qué
es lo que no nos permite ver todo eso?
Mientras invertíamos el tiempo de la primera clase
en presentarnos, comentar qué íbamos a hacer en el Taller de Observación, cómo
iba a ser la modalidad de trabajo, seguí pensando en eso. Un abanico de países
y culturas estaban presentes allí mismo aumentando la heterogeneidad del grupo:
argentinos de diversas provincias, bolivianos, paraguayos, uruguayos, estudiantes
provenientes de diversos países de África... ¡Cómo no maravillarse de la belleza
de la trama! como dice la canción de Pegoraro. (http://www.youtube.com/watch?v=4vVby_KniSM)
Cuando al nombrar las condiciones para aprobar el
curso, les dije que lo principal era que me ceben mate cada clase, entre las
risas y los cuerpos que se iban relajando pude escuchar un “click”: habíamos
conectado. Las exigencias de cursado, asistencia, aprobación, etc. habían
pasado a un segundo plano. Importantes sí, pero el compartir en el aula pasó a
cobrar mayor relevancia. La horizontalidad en las relaciones se convirtió en la
base fundamental de nuestros encuentros.
En las semanas que siguieron, profundizamos lo
teórico, hicimos ensayos de observación en el aula, socializamos lo trabajado,
revisamos objetivos y metodologías, reformulamos criterios, empezaron con el trabajo de campo. Fueron percibiendo
cómo se iba haciendo camino al andar, a disfrutar del proceso, a no preocuparse
por los errores y asumirlos como parte del camino de aprendizaje.
Acompañar las dudas y preocupaciones, los aciertos
y alegrías en sus investigaciones, tanto presencialmente en el aula o
virtualmente en Edmodo o vía mail, desde la personalización del acompañamiento,
desde el tiempo dispuesto a eso -que obviamente excede las dos horas cátedra
semanales previstas para el taller- hace que se pueda ver lo que desde la
rutina, la repetición, la transmisión vertical de saberes, no se ve.
Y en las últimas clases cuando los veo exponer los
audiovisuales donde compartían lo observado o, en la mesa final cuando
defienden sus trabajos, los visualizo como compañeros de camino, recuerdo cómo
han ido transitando este cuatrimestre, las dificultades de adultos que han
tenido -trabajo, familia, hijos, problemas diarios- y me dejo maravillar por lo
que han logrado hacer, lo que hemos logrado hacer como grupo humano en esta
parte de su proceso de enseñanza-aprendizaje.
Cuando los veo un cuatrimestre más crecidos en su
formación profesional y humana, puedo decir: ¡Qué maravilla! Canto a la vida. Canto
a esta vocación docente y pido no perder la capacidad de maravillarme con cada
alumno que acompaño, de ver lo que con los sentidos cerrados, no se ve.
Mariel Caldas
Hermoso relato y ojalá nunca perdamos la capacidad de maravillarnos al acompañarlos.
ResponderEliminarGracias Lisandro por la corrección! Voy a practicar para insertar el otro video.
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