miércoles, 19 de noviembre de 2014

Maravillarse

Maravillarse

Unos días antes de comenzar el segundo cuatrimestre, volví a escuchar esa hermosa canción de Teresa Parodi llamada “Que no se ve”. Y mientras iba caminando a conocer a un nuevo grupo de alumnos del Profesorado, volvió a mi memoria la letra de la canción y me pregunté: ¿por qué no se ve? ¿Cuándo perdemos la capacidad de ver la poesía, el milagro cotidiano, lo que es capaz de hacernos sorprender en nuestros alumnos...? ¿Qué es lo que no nos permite ver todo eso?
Mientras invertíamos el tiempo de la primera clase en presentarnos, comentar qué íbamos a hacer en el Taller de Observación, cómo iba a ser la modalidad de trabajo, seguí pensando en eso. Un abanico de países y culturas estaban presentes allí mismo aumentando la heterogeneidad del grupo: argentinos de diversas provincias, bolivianos, paraguayos, uruguayos, estudiantes provenientes de diversos países de África... ¡Cómo no maravillarse de la belleza de la trama! como dice la canción de Pegoraro. (http://www.youtube.com/watch?v=4vVby_KniSM)
Cuando al nombrar las condiciones para aprobar el curso, les dije que lo principal era que me ceben mate cada clase, entre las risas y los cuerpos que se iban relajando pude escuchar un “click”: habíamos conectado. Las exigencias de cursado, asistencia, aprobación, etc. habían pasado a un segundo plano. Importantes sí, pero el compartir en el aula pasó a cobrar mayor relevancia. La horizontalidad en las relaciones se convirtió en la base fundamental de nuestros encuentros.
En las semanas que siguieron, profundizamos lo teórico, hicimos ensayos de observación en el aula, socializamos lo trabajado, revisamos objetivos y metodologías, reformulamos criterios, empezaron  con el trabajo de campo. Fueron percibiendo cómo se iba haciendo camino al andar, a disfrutar del proceso, a no preocuparse por los errores y asumirlos como parte del camino de aprendizaje.
Acompañar las dudas y preocupaciones, los aciertos y alegrías en sus investigaciones, tanto presencialmente en el aula o virtualmente en Edmodo o vía mail, desde la personalización del acompañamiento, desde el tiempo dispuesto a eso -que obviamente excede las dos horas cátedra semanales previstas para el taller- hace que se pueda ver lo que desde la rutina, la repetición, la transmisión vertical de saberes, no se ve.
Y en las últimas clases cuando los veo exponer los audiovisuales donde compartían lo observado o, en la mesa final cuando defienden sus trabajos, los visualizo como compañeros de camino, recuerdo cómo han ido transitando este cuatrimestre, las dificultades de adultos que han tenido -trabajo, familia, hijos, problemas diarios- y me dejo maravillar por lo que han logrado hacer, lo que hemos logrado hacer como grupo humano en esta parte de su proceso de enseñanza-aprendizaje.
Cuando los veo un cuatrimestre más crecidos en su formación profesional y humana, puedo decir: ¡Qué maravilla! Canto a la vida. Canto a esta vocación docente y pido no perder la capacidad de maravillarme con cada alumno que acompaño, de ver lo que con los sentidos cerrados, no se ve.


Mariel Caldas


2 comentarios:

  1. Hermoso relato y ojalá nunca perdamos la capacidad de maravillarnos al acompañarlos.

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  2. Gracias Lisandro por la corrección! Voy a practicar para insertar el otro video.

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