sábado, 22 de noviembre de 2014

Mi experiencia.

Estábamos haciendo nuestras prácticas en una escuela de la ribera del río Paraná. Ese día las ansias nos inundaban porque les íbamos a presentar a los niños nuestra clase sobre títeres. En el camino hacia la escuela íbamos imaginándonos las caras de los pequeños al decirles que debían hacer cada uno su títere.
La escuela carece de muchas cosas, la tecnología no se hace presente allí pero eso no es motivo de enojo o reclamo, ya que los niños que concurren a la escuela “La Costerita” son felices con lo más sencillo y saben agradecer como nunca hemos visto en nuestras vidas.
Cuando llegamos ya nos estaban esperando, habían almorzado polenta con salsa y de postre un flan. Una vez dentro del aula propusimos la clase. Mariela, mi compañera les presentó a su títere: el cual era llamado Pablo, que hacía referencia al León de los “Ojazos de Silva Shujer” y mi títere era una tortuga, que la nombre Manuelita.
Los niños quedaron sorprendidos, y a la vez anhelosos sobre lo que les expresamos, es decir que ellos debían hacer sus propios títeres para luego insertarlos en un cuento que ellos mismos inventarían.
Comenzamos pronto a darles los materiales para que trabajen, al principio estaban tímidos, pero luego, con nuestra ayuda, se empaparon en el tema y dejaron volar su imaginación.
Estuvimos toda la tarde haciendo títeres. Sin darnos cuenta, las tijeras; los papeles, la plasticola y colores se convirtieron en nuestros aliados durante dos días seguidos, “sí” dos días, ya que la primera  tarde de títeres no fue suficiente para que los chicos terminen sus personajes.
Al otro día, cuando llegamos los encontramos almorzando, pero esta vez guiso de fideos. Al vernos, se apresuraron en terminar el resto de la comida para comenzar la clase y poder presentar sus personajes en un cuento. Así sucedió, a las tres de la tarde del día martes 15 de mayo, recreamos una historia fantástica: había diversos personajes, gente y animales de todo tipo.
Yo comencé a relatar el cuento, mi compañera ayudaba en el desarrollo de la historia porque movía los títeres. Titulamos al cuento “Los mil personajes” haciendo  referencia a los múltiples títeres.

Nunca nos vamos a olvidar las caras de esos pequeños, los gestos en cada palabra que acompaña a su respectivo títere. Fueron dos jornadas cansadoras a nivel físico pero terminamos felices porque aunque a veces falten recursos con cosas simples se puede ser feliz. Los recuerdos de nuestras prácticas fueron los mejores, nos costó dejarlos después de meses compartidos pero somos conscientes que han dejado su huella así como nosotras dejamos algo en ellos.

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