jueves, 27 de noviembre de 2014

Le declaro la guerra a ...

       No era la primera vez que tenía que llamarles la atención por estar más atentos al celular que a mi clase. Pero mis alumnos seguían haciendo caso omiso a mi pedido. Por fin, el recreo, a la sala de profesores a tomar un cafecito y continuar la charla acerca de nuestros problemas con los alumnos, los consejos de los más expertos, el aliento de los más jóvenes hasta la trillada frase “No sé qué hacer con mis alumnos y sus celulares”. El tono con el que se expresaba la frase realmente contagiaba la angustia, la impotencia, la desolación, la desesperación, el enojo y la irritación. Entonces uno volvía al aula con todos esos sentimientos encontrados. 
        Obviamente esto no podía continuar así. Entonces reflexioné, absorta mientras ellos continuaban completando sus tareas y de tanto en tanto, pispiando sus celulares: “Yo también chismeo mi celular de vez en cuando y eso no hace que me distraiga del todo de mis tareas. Mientras estudio en la compu también agarro el celular y mando mensajes, miro los correos electrónicos nuevos que entran, saco fotos, en fin, mi comportamiento es muy similar al de mis alumnos.” Salgo del aula, para ir a hacerle una consulta a la preceptora y mientras caminaba por el pasillo y observaba a los docentes en otras aulas, me percato de que la profe de ciencias estaba con su celu, no me vió. Otra aula, el profe de matemáticas me ve, me saluda y vuelve su vista al celu. “¿Pero estamos todos locos?" Alumnos y profesores nos comportamos de igual manera. 
        Definitivamente, la guerra estaba declarada y el celular llevaba varias batallas ganadas. Entonces estaba decidida: si no puedes con el enemigo, únete a él
Armé mi plan de batalla:
  • organicé y preparé mis municiones, 
  • diseñé mis estrategias 
  • y así comenzó la batalla final. 

         Frente al pelotón anuncié mi plan: 
“Celulares permitidos sólo si han terminado la tarea, consultado con la profesora sobre si el ejercicio está bien o no. Mientras la profesora explica o corrige, celulares prohibidos. Para ciertas tareas, los celulares estarán permitidos y trabajaremos de manera colaborativa.” 
    Sorprendente, no necesité repetir las instrucciones. Fueron comprendidas inmediatamente. Entonces comencé a amigarme con el enemigo y a vislumbrar la posibilidad de hacer uso del mismo para lograr motivar al pelotón y así incentivar al uso educativo de este pequeño pero invasivo dispositivo. 
      Era mi primer acercamiento al enemigo y le ordené al pelotón: “Usen sus celulares para averiguar sobre animales en peligro de extensión en sitios donde la información esté en inglés. Consulten posibles traducciones con el traductor del buscador o algún diccionario bilingüe online. Envíenme por Whatsapp la información sobre ese animal. Dividan las tareas en el grupo, trabajen de manera colaborativa para lograr enviar la información que les pido. Una vez verificada la información por mí, la podrán compartir con el resto."

                            Resultado: OK. Bajas: ninguna. Objetivo: cumplido.


miércoles, 26 de noviembre de 2014

La Incorporación de la tecnología satelital en el aula

          Después de un largo camino en mi carrera docente como profesora de Geografía, me sorprendió, hace no más de tres años, la necesidad de incorporar las TIC en las aulas, pese a mi fuerte resistencia inicial. Me encontré con alumnos con netbooks, y con la propuesta de sumarme al “Programa de Incorporación de la Tecnología Satelital”, trabajando con el equipo del Programa 2Mp de la CONAE.
         Y así entendí que las herramientas tecnológicas, me permitirían agilizar mis clases de Geografía, facilitando el proceso de enseñanza.- aprendizaje y posibilitando una retroalimentación visual inmediata, que ayudaría para el análisis y la comprensión de los problemas y fenómenos sociales, económicos y ambientales.  El carácter altamente innovador de la tecnología satelital le confiere un valor agregado a lo mencionado.
         Se suma también, un cambio en los roles, tanto del docente como del alumno, en el marco de un aprendizaje colaborativo, donde los vínculos se establecen de una manera diferente.
         Esta experiencia, me ha generado un compartir con otros docentes, ensayando la incorporación de estas herramientas en secuencias didácticas, que permitirán formar a nuestros alumnos como usuarios de la tecnología en el ámbito escolar, enriqueciendo su propio aprendizaje, con una nueva modalidad de percibir y apropiarse de la realidad.

        Y junto a mis alumnos, incorporé las TIC y especialmente el uso de la tecnología satelital, compartiendo trabajos interdisciplinarios con colegas, andando en el camino de aprender a “incorporar estas herramientas, disfrutando de los resultados, de los logros, de los aciertos, salvando los errores, y socializando este proceso, valorando todas las potencialidades de la tecnología, que modifican las relaciones entre los individuos y en el mundo, y que sin duda, las prácticas educativas no pueden ignorarlas ya que son elementos constitutivos de la realidad social actual.

                                                                                            Mónica Bonavota
                                                                                                 Profesora
                                                                                                    ENS 2


sábado, 22 de noviembre de 2014

Mi experiencia.

Estábamos haciendo nuestras prácticas en una escuela de la ribera del río Paraná. Ese día las ansias nos inundaban porque les íbamos a presentar a los niños nuestra clase sobre títeres. En el camino hacia la escuela íbamos imaginándonos las caras de los pequeños al decirles que debían hacer cada uno su títere.
La escuela carece de muchas cosas, la tecnología no se hace presente allí pero eso no es motivo de enojo o reclamo, ya que los niños que concurren a la escuela “La Costerita” son felices con lo más sencillo y saben agradecer como nunca hemos visto en nuestras vidas.
Cuando llegamos ya nos estaban esperando, habían almorzado polenta con salsa y de postre un flan. Una vez dentro del aula propusimos la clase. Mariela, mi compañera les presentó a su títere: el cual era llamado Pablo, que hacía referencia al León de los “Ojazos de Silva Shujer” y mi títere era una tortuga, que la nombre Manuelita.
Los niños quedaron sorprendidos, y a la vez anhelosos sobre lo que les expresamos, es decir que ellos debían hacer sus propios títeres para luego insertarlos en un cuento que ellos mismos inventarían.
Comenzamos pronto a darles los materiales para que trabajen, al principio estaban tímidos, pero luego, con nuestra ayuda, se empaparon en el tema y dejaron volar su imaginación.
Estuvimos toda la tarde haciendo títeres. Sin darnos cuenta, las tijeras; los papeles, la plasticola y colores se convirtieron en nuestros aliados durante dos días seguidos, “sí” dos días, ya que la primera  tarde de títeres no fue suficiente para que los chicos terminen sus personajes.
Al otro día, cuando llegamos los encontramos almorzando, pero esta vez guiso de fideos. Al vernos, se apresuraron en terminar el resto de la comida para comenzar la clase y poder presentar sus personajes en un cuento. Así sucedió, a las tres de la tarde del día martes 15 de mayo, recreamos una historia fantástica: había diversos personajes, gente y animales de todo tipo.
Yo comencé a relatar el cuento, mi compañera ayudaba en el desarrollo de la historia porque movía los títeres. Titulamos al cuento “Los mil personajes” haciendo  referencia a los múltiples títeres.

Nunca nos vamos a olvidar las caras de esos pequeños, los gestos en cada palabra que acompaña a su respectivo títere. Fueron dos jornadas cansadoras a nivel físico pero terminamos felices porque aunque a veces falten recursos con cosas simples se puede ser feliz. Los recuerdos de nuestras prácticas fueron los mejores, nos costó dejarlos después de meses compartidos pero somos conscientes que han dejado su huella así como nosotras dejamos algo en ellos.

https://prezi.com/j5ssvjluigpr/momentos/

viernes, 21 de noviembre de 2014

Poesía, puerta a otros mundos.

En 2011 recibí la información sobre las Olimpíadas Colegiales de Poesía de la Asociación de Poetas Argentinos. Era de fácil participación y una gran ocasión para resignificar la materia Lengua. Llevé la convocatoria al aula, algunos alumnos se mostraron interesados, otros preguntaron qué había de premio, otros apáticos como siempre en la hora de lengua. Implementé la técnica de taller literario, sólo en secundaria, porque esa vez, no me animé a incursionar con adultos. Les daba vergüenza leer sus producciones. Yo los alentaba a sacar su timidez. Los que quisieron participar eligieron qué poesía mandar a la primera instancia, y quedamos a la espera, pero sin desesperar. Durante agosto, recibí la noticia: dos alumnas habían quedado seleccionadas para la etapa final nacional a realiza en la Legislatura Porteña. Era viajar 800km, lo que implicaba gastos, papeles pero estábamos en el baile y había que bailar, mejor dicho escribir. Llegamos a la fecha, emociones, nervios, padres orgullosos. Ninguna de las alumnas poetisas conocía Buenos Aires. Yo, que amo viajar, hice de guía de turismo. Luego de la competencia recorrimos el Cabildo, la Catedral, San Telmo, Florida, shoppings. Disfruté de haberlas llevado, gracias a sus poesías, a conocer Capital, ciudad que conocían por fotos y televisión. Una de las alumnas había escrito sobre la muerte y a nuestro regreso, me entero que hacía un tiempo, esta alumna había perdido a su novio en un accidente de trabajo. La vida, la muerte, la poesía, los vínculos, el superarse, todo en este concurso colegial de poesía. Con la experiencia del año anterior, en 2013 me animé a participar con adultos, y supe convencer a más alumnos de Secundaria. Envié cincuenta poesías enviadas a la primera instancia. Ese año quedaron nueve finalistas de entre los 12 y los 50 años. Todo un desafío. ¿El mayor de ellos? Conseguir dinero para una combi. Luego de hacer rifas, locros, etc. llegamos al día de la final. Esta vez logramos dos menciones en Adultos con caligramas. Felices, cansados, eufóricos, recorrimos Museo del Bicentenario, San Telmo, Shopping del Abasto. Este viaje los ayudó a mejorar su autoestima, a vincularse mejor con ellos mismos, a saber que la poesía los podría llevar lejos, que representaban a su ciudad. Fueron reconocidos por medios de comunicación locales, y por un diputado provincial. En 2013 nueve alumnos a la final. La crisis que venía nos hizo dudar y trastabillar con nuestro sueño. Pero pudimos desembarcar en Buenos Aires. La experiencia fue perfecta porque pudimos, por causalidad o casualidad, participar de la elaboración, junto al orfebre Pallarols, de un mate para el Papa Francisco. Emoción. Soy feliz porque mi tarea de docente salió del aula. Fui feliz viendo las caras de aquellos que por primera vez veían el Obelisco. Fui feliz viendo a padres orgullosos. Fui feliz viendo que mis alumnos aprendían historia, allí, donde esta transcurrió. Fui feliz de saberme motivadora y propulsora de actividades que enriquecían almas y elevaban espíritus. Fui , soy y seré feliz siendo docente. Prof. Luján Avalos.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Maravillarse

Maravillarse

Unos días antes de comenzar el segundo cuatrimestre, volví a escuchar esa hermosa canción de Teresa Parodi llamada “Que no se ve”. Y mientras iba caminando a conocer a un nuevo grupo de alumnos del Profesorado, volvió a mi memoria la letra de la canción y me pregunté: ¿por qué no se ve? ¿Cuándo perdemos la capacidad de ver la poesía, el milagro cotidiano, lo que es capaz de hacernos sorprender en nuestros alumnos...? ¿Qué es lo que no nos permite ver todo eso?
Mientras invertíamos el tiempo de la primera clase en presentarnos, comentar qué íbamos a hacer en el Taller de Observación, cómo iba a ser la modalidad de trabajo, seguí pensando en eso. Un abanico de países y culturas estaban presentes allí mismo aumentando la heterogeneidad del grupo: argentinos de diversas provincias, bolivianos, paraguayos, uruguayos, estudiantes provenientes de diversos países de África... ¡Cómo no maravillarse de la belleza de la trama! como dice la canción de Pegoraro. (http://www.youtube.com/watch?v=4vVby_KniSM)
Cuando al nombrar las condiciones para aprobar el curso, les dije que lo principal era que me ceben mate cada clase, entre las risas y los cuerpos que se iban relajando pude escuchar un “click”: habíamos conectado. Las exigencias de cursado, asistencia, aprobación, etc. habían pasado a un segundo plano. Importantes sí, pero el compartir en el aula pasó a cobrar mayor relevancia. La horizontalidad en las relaciones se convirtió en la base fundamental de nuestros encuentros.
En las semanas que siguieron, profundizamos lo teórico, hicimos ensayos de observación en el aula, socializamos lo trabajado, revisamos objetivos y metodologías, reformulamos criterios, empezaron  con el trabajo de campo. Fueron percibiendo cómo se iba haciendo camino al andar, a disfrutar del proceso, a no preocuparse por los errores y asumirlos como parte del camino de aprendizaje.
Acompañar las dudas y preocupaciones, los aciertos y alegrías en sus investigaciones, tanto presencialmente en el aula o virtualmente en Edmodo o vía mail, desde la personalización del acompañamiento, desde el tiempo dispuesto a eso -que obviamente excede las dos horas cátedra semanales previstas para el taller- hace que se pueda ver lo que desde la rutina, la repetición, la transmisión vertical de saberes, no se ve.
Y en las últimas clases cuando los veo exponer los audiovisuales donde compartían lo observado o, en la mesa final cuando defienden sus trabajos, los visualizo como compañeros de camino, recuerdo cómo han ido transitando este cuatrimestre, las dificultades de adultos que han tenido -trabajo, familia, hijos, problemas diarios- y me dejo maravillar por lo que han logrado hacer, lo que hemos logrado hacer como grupo humano en esta parte de su proceso de enseñanza-aprendizaje.
Cuando los veo un cuatrimestre más crecidos en su formación profesional y humana, puedo decir: ¡Qué maravilla! Canto a la vida. Canto a esta vocación docente y pido no perder la capacidad de maravillarme con cada alumno que acompaño, de ver lo que con los sentidos cerrados, no se ve.


Mariel Caldas


lunes, 17 de noviembre de 2014

Relatos: reveladores

Dicen que a veces hay que intentarlo para saber si realmente nos va a gustar la experiencia. Y...con intentarlo, no se pierde nada. Mi primera vez fue al redactar el trabajo final para la Especialización Superior en Educación y TIC y la segunda como parte de las tareas del curso "Textos en su contexto". Suficientes experiencias como para darme cuenta que me gusta esto de escribir relatos y que cuando comienzo a escribir, no puedo dejar de hacerlo simplemente porque las ideas fluyen y mis dedos pueden tipear al ritmo que fluyen...bueno, quizás un poco de manera más lenta. No estoy segura de que el producto sea bueno o lo esperado pero disfruto del proceso, del desafío y del entusiasmo.
Vero Bustos